La mayor herramienta que tenemos para nuestra evolución sin duda es la conciencia. Cuando realmente somos conscientes de lo que pensamos, lo que sentimos y de nuestros actos la vida toma una mayor dimensión y sentimos que algo profundo nos transforma.
Y es que tenemos que salir de la mente que quiere controlarlo todo y abrazar lo que es, sea pensamiento, emoción o acción, porque su manifestación nos da las pistas de lo que tenemos que atender.
Por ejemplo, cuando nuestra respiración esta acelerada o contenida, nos ayuda mucho más poner la atención en la respiración, sea como sea, que imponernos una respiración teóricamente adecuada. La propuesta mental “saludable” no puede ser encajada ni por el cuerpo ni por el alma que en ese momento se expresan a través de la respiración alterada. Esta autoexigencia termina normalmente en sentir que yo no puedo o que eso no es lo mio. En cambio, cuando ponemos nuestra atención en esa respiración y somos conscientes de esa manifestación, la propia atención abrazará el conflicto, y la respiración se irá calmando progresivamente hasta llegar a una respiración más natural y armónica.
Esto es así porque dentro de nuestro Ser la armonía rige todas nuestras funciones y expresiones. Nuestra inteligencia innata sabe lo que le es propio. Volviendo al ejemplo de la respiración, un niño sabe como respirar sin que nadie se lo enseñe, porque esta íntimamente ligado a su inteligencia. Al crecer, ciertas situaciones de tensión pueden alterar nuestro ritmo respiratorio e incluso perpetuar la disfunción hasta que le prestemos atención.
Y ¿qué es ser consciente? Realmente lo que en este punto hay que recordar (re-cordis, volver a pasar por el corazón) es que somos seres conscientes, solo que a veces por incomodidad lo evitamos y entramos en el juego mental de “tener que ser conscientes”. Si observamos nos damos cuenta que en nosotros hay un observador que es consciente de nosotros mismos y también de lo que nos envuelve, ya sean personas o situaciones.
La palabra en este sentido puede ser de gran ayuda, porque nos lleva a la reflexión profunda de lo que habita en nosotros y nos amplia nuestra percepción. La palabra por lo tanto es una herramienta para la consulta que muchas veces sera más efectiva que cualquier tratamiento.
En la Medicina Tradicional China había 5 vías de tratamiento que había que aplicar de la menos invasiva a la más invasiva en el siguiente orden. La primera, la palabra, por la capacidad de despertar la conciencia. La segunda la alimentación, por la capacidad de generar una buena sangre que nutriera en profundidad el cuerpo y que calmara el alma. La tercera las plantas medicinales, por el efecto directo en funciones concretas gracias a su tropismo. La cuarta vía los masajes, por la activación orgánica y su efecto organizador del cuerpo. Y la quinta la acupuntura, por incidir en los puntos claves de los meridianos para restablecer el circuito energético del cuerpo.
“La palabra justa, la palabra sincera, la palabra amorosa, la palabra consciente será en definitiva la herramienta que podrá ayudar a salirnos de la ceguera y aceptar lo que es”.
La palabra justa, la palabra sincera, la palabra amorosa, la palabra consciente será en definitiva la herramienta que podrá ayudar a salirnos de la ceguera y aceptar lo que es. La palabra nos puede ayudar a soltar los miedos que nos aferran en lo viejo o en la ilusión de lo que yo deseo y nos impulsa a amar a esa fuerza interna que se sitúa ante lo nuevo.
Porque en definitiva lo importante no es qué es lo que estemos viviendo, sino cómo lo estemos viviendo.
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